El Gato Oldrá se despide de Godoy Cruz en la decisión más difícil de su vida

    Después de casi treinta años de historia compartida, Daniel “Gato” Oldrá le puso fin a su ciclo en Godoy Cruz. Con lágrimas en los ojos y el corazón en la mano, el ídolo tombino anunció su salida en una emotiva despedida que conmovió a todo Mendoza. Aunque deja el banco, su legado queda grabado para siempre en la memoria del club.

    Deportes15/04/2025 Expreso Mendoza

    Durante casi tres décadas, su figura fue una constante en el banco de suplentes, en las tribunas, en los pasillos del club. Daniel “Gato” Oldrá y Godoy Cruz parecían sinónimos. Pero todo ciclo, incluso los más entrañables, llega a su fin. Y ahora, con la voz quebrada y los ojos empañados, el ídolo del Tomba ha dicho adiós.

    La noticia sacudió Mendoza. No porque fuera del todo inesperada —desde mediados del año pasado se rumoreaba que este momento podía llegar—, sino porque nunca se está listo para soltar a quien ha sido el corazón de un equipo durante tanto tiempo. “Es la decisión más difícil de mi vida”, confesó el Gato, en una entrevista íntima desde su hogar, rodeado de afectos y recuerdos, mientras trataba de ponerle palabras a una despedida que todavía duele.

    Oldrá deja un legado que va más allá de los resultados. Fue jugador, formador, técnico interino, salvador en las malas, sostén en las buenas, mentor de generaciones. Nadie conoce el club como él. Nadie lo defendió con tanta entrega. Y eso se notó en su voz, cargada de emociones, cuando contó que llora por los rincones desde que tomó la decisión. “Godoy Cruz está bien. Siento que mi ciclo se cumplió”, explicó. Y aunque se va, dejó claro que su historia con el club no está terminada: “El día que me necesite, volveré seguro”.

    El impacto de su salida se sintió en todo el fútbol mendocino. En las calles de Godoy Cruz, en los cafés donde se respira fútbol, en las redes sociales donde hinchas y colegas le dedicaron palabras de cariño y admiración. Porque más allá de las camisetas, Oldrá es respetado por su humildad, por su coherencia, por haber elegido siempre quedarse cuando otros se iban.

    Su despedida no tiene escándalos ni reproches. Sólo gratitud. A la dirigencia que confió en él cuando todavía no era nadie en los bancos. A los jugadores que entrenó. A los hinchas que lo alentaron, incluso en los momentos más complejos. Y, sobre todo, a su familia, que soportó las ausencias y las presiones de una vida entregada a un club.

    Daniel se va, pero no del todo. El Concejo Deliberante ya decidió que un espacio verde del departamento lleve su nombre. Es un homenaje a su legado, pero también un símbolo: el Gato será parte del paisaje mendocino aún cuando ya no esté sentado en el banco de suplentes con su eterna campera azul.

    Sobre su futuro, no hay certezas. Lo único que se animó a decir fue que, si dirige en otro lado, lo hará con la cabeza, no con el corazón. Porque su corazón, lo dejó entero en Godoy Cruz.

    Y mientras tanto, en el estadio Feliciano Gambarte, el aire parece más pesado. El banco está vacío, pero lleno de historia. De una historia que escribió a mano y con el alma un tal Daniel Oldrá. El mejor de los nuestros.

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