"Jugar para ser más”: el taller mendocino que promete transformar tu vida a través del juego

La coach y facilitadora Lucrecia Maine presenta en Mendoza una experiencia diferente: un taller que combina el poder del juego con el aprendizaje emocional. En esta entrevista, comparte cómo el juego puede ayudarnos a reconectarnos con nosotros mismos y con los demás.

14/10/2025Arturo MuñozArturo Muñoz

En una sociedad donde todo corre a gran velocidad, el estrés y la exigencia se convirtieron en parte del paisaje cotidiano. En medio de ese ritmo, Lucrecia Maine propone un respiro diferente: un espacio para reconectarse con uno mismo, con los demás y con la alegría de vivir.

Lucrecia Maine

Coach, docente y facilitadora de procesos de aprendizaje socioemocional, Lucre lleva años acompañando a personas y grupos a descubrir nuevas formas de conocerse y transformar su manera de comunicarse y sentir.

Con su taller “Jugar para ser más”, que se realizará el 1 de noviembre en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, invita a jóvenes y adultos a redescubrir el poder del juego como camino de aprendizaje, autoconocimiento y bienestar.

Antes del encuentro, conversamos con ella sobre esta propuesta que combina lo lúdico con lo emocional, y que busca algo tan simple como profundo: volver a sentirnos vivos jugando.

 – ¿Cómo nació la idea de crear “Jugar para ser más”?

– Nació del deseo de recuperar el valor del juego como camino de autoconocimiento y transformación. En los espacios que facilito, noto que cuando jugamos, se abren puertas que otras metodologías no logran. Nos relajamos, conectamos con nuestra autenticidad y aprendemos sin darnos cuenta. “Jugar para ser más” surgió como una invitación a volver a ese estado donde el aprendizaje se vuelve experiencia viva, y la risa, un puente hacia la conciencia.

 – ¿Por qué elegiste el juego como eje central para trabajar el desarrollo personal?

– Porque el juego nos iguala, nos humaniza y nos pone en movimiento. No hay máscara que resista cuando nos entregamos a jugar. Además, desde la neuroeducación sabemos que el cerebro aprende mejor cuando hay disfrute, curiosidad y emoción. Jugar es una forma de aprender con todo el cuerpo y el alma.

 – ¿Qué puede esperar alguien que participa por primera vez en un espacio así?

– Una experiencia cálida, activa y profunda a la vez. No se trata de jugar por jugar, sino de descubrir, a través del juego, algo nuevo sobre uno mismo y sobre los demás. Quien participe se va a llevar claridad, alivio emocional y herramientas prácticas para la vida cotidiana, pero sobre todo una sensación de vitalidad y conexión con su propio potencial.

 – ¿Qué beneficios concretos puede aportar este taller en la vida diaria de los asistentes?

– Los participantes suelen notar mejoras en su comunicación, en su capacidad de escucha y en la gestión emocional. También en la forma de relacionarse. El juego facilita comprender patrones que repetimos sin darnos cuenta y nos da recursos para cambiarlos desde una actitud más liviana y consciente.

 – ¿A qué público está dirigido? ¿Hace falta tener experiencia previa?

– Está dirigido a jóvenes y adultos con ganas de crecer y compartir en comunidad. No hace falta experiencia previa: solo curiosidad, apertura y deseo de participar. Cada persona juega desde donde está, y eso ya es suficiente.

 – Mencionás que el taller ayuda a gestionar emociones y mejorar la comunicación. ¿Por qué son tan importantes estas habilidades hoy?

– Porque vivimos en una época de mucha exigencia, ruido y desconexión emocional. Aprender a gestionar lo que sentimos y comunicarnos de forma empática no es un lujo: es una necesidad humana. Estas habilidades nos ayudan a vivir con mayor equilibrio, a construir vínculos más sanos y a cuidar nuestra salud mental.

 – ¿Qué tipo de dinámicas usás para generar cambios reales en los participantes?

– Las más potentes son las que combinan movimiento, interacción y reflexión. Juegos que desafían la forma habitual de reaccionar o que nos invitan a cooperar en lugar de competir. Lo importante no es tanto el juego en sí, sino la lectura posterior: lo que cada uno descubre de sí mismo mientras juega.

 – ¿Cómo puede el juego ayudarnos a romper barreras internas y descubrir nuestras fortalezas?

– El juego suspende el juicio y nos permite probar otras versiones de nosotros mismos. Cuando jugamos, nos animamos a hacer, decir o crear sin miedo al error. Y en ese hacer espontáneo, muchas veces aparece una fortaleza dormida o una idea nueva que estaba esperando ser reconocida.

 – En tu trayectoria, ¿qué fue lo que más te motivó a dedicarte al desarrollo socioemocional y al coaching?

– Siempre me apasionó enseñar y acompañar procesos humanos. Con el tiempo entendí que el conocimiento más transformador no es el que se transmite, sino el que se vivencia. El coaching me permitió unir lo que más amo: el aprendizaje, la conciencia y el crecimiento compartido.

 – ¿Qué te deja cada experiencia al finalizar un taller?

– Cada grupo me enseña algo nuevo sobre la vida. Descubro que cuando creamos un espacio seguro y lúdico, las personas se animan a mostrarse tal como son. Eso genera transformaciones profundas. Siempre me quedo con la sensación de que todo está conectado, que nada ocurre por casualidad.

 – ¿Tenés pensado replicar “Jugar para ser más” en otras comunidades o ciudades?

– Sí, me encantaría. La idea es llevar esta experiencia donde haya personas con deseo de aprender jugando, de encontrarse con otros y consigo mismas.

 – ¿Qué mensaje le dejarías a quienes todavía dudan en participar?

–Que se animen. Que confíen en el poder del juego y de la experiencia compartida. A veces, un simple paso —como decir “sí, voy”— puede abrir una puerta a mucho más de lo que imaginamos. Este taller no promete fórmulas, promete vivencias. Y a veces, eso es exactamente lo que necesitamos para volver a sentirnos vivos.

Más que un taller, “Jugar para ser más” es una invitación a recordar algo esencial: que la vida también se aprende jugando. En tiempos donde todo parece exigir resultados, rendimiento y control, volver al juego es volver a lo genuino, a la curiosidad, a la risa y al encuentro con los demás.

Lucre Maine propone un espacio donde la emoción, el aprendizaje y la alegría se mezclan para recordarnos que crecer no siempre significa dejar de jugar. A veces, es justo al revés: jugar puede ser la forma más profunda de volver a ser nosotros mismos.

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