El tortugo Jorge vuelve al mar tras 40 años de cautiverio

Después de cuatro décadas en cautiverio, el tortugo Jorge está a punto de volver al lugar que nunca debió abandonar: el mar. Su historia, tan extraordinaria como conmovedora, es la de un sobreviviente que, contra todo pronóstico, se prepara para recuperar su libertad tras haber pasado buena parte de su vida bajo el cuidado humano.

Jorge es un ejemplar de tortuga marina que llegó al ex Acuario Municipal de Mendoza en 1984. Había sido rescatado en las costas de Bahía Blanca y trasladado hasta una provincia sin mar, donde permaneció por años como una de las atracciones más queridas por el público. Con su andar lento pero majestuoso, y un peso que hoy supera los 150 kilos, se convirtió en un símbolo de resistencia y ternura. No fue hasta octubre de 2022 que se tomó la decisión de darle una segunda oportunidad: fue trasladado al Centro de Rehabilitación de Fauna Marina Aquarium, en Mar del Plata, para iniciar un proceso que buscaba lo impensado durante mucho tiempo: devolverlo al océano.

Durante estos últimos dos años, Jorge fue acompañado por un equipo de especialistas que monitorearon cada uno de sus avances con una mezcla de expectativa y emoción. Aprendió nuevamente a nadar en agua marina natural, fortaleció su musculatura, mejoró notablemente su peso y, lo más importante, recuperó comportamientos esenciales para sobrevivir en libertad, como la capacidad de buscar alimento por sí mismo. Compartió espacio con otras tortugas, se adaptó al ritmo del mar, y poco a poco dejó atrás su vida de encierro.

Ahora, todo está listo. Su liberación está prevista para este mes de abril, justo en coincidencia con el cierre definitivo del Aquarium de Mar del Plata, que dejará de funcionar tras años de actividad por un conflicto con la renovación del contrato del predio. Mientras otros animales del lugar serán reubicados en instituciones zoológicas, el caso de Jorge es distinto: su destino es la libertad.

La historia de Jorge no es solamente la de una tortuga que vuelve al mar. Es también la de una larga espera que termina con esperanza. Un recordatorio de que la vida silvestre, cuando se le da la oportunidad, encuentra el camino de regreso a casa. Y que, incluso después de 40 años, el mar todavía puede recibir a uno de los suyos como si el tiempo no hubiera pasado.