Boca avanza a cuartos en los penales y la Bombonera estalla de bronca

El Xeneize superó a Lanús por 4-2 en la definición desde los doce pasos tras empatar 0-0 en un partido flojo y sin emociones. El equipo, conducido por Mariano Herrón, sigue en carrera en el Torneo Apertura pero dejó muchas dudas y se fue silbado por su gente.

En una Bombonera repleta pero impaciente, Boca Juniors logró meterse entre los ocho mejores del Torneo Apertura. Fue a través de los penales, donde se impuso 4-2 sobre Lanús, luego de un empate sin goles que reflejó el pobre nivel futbolístico de ambos equipos. La clasificación, aunque celebrada por la necesidad, dejó más preocupación que entusiasmo.

El partido fue tenso, trabado y con muy poco para destacar. Boca, sin ideas ni profundidad, volvió a mostrar su versión más deslucida. Lanús, ordenado y práctico, apostó a la contra y por momentos lo complicó. El cero en el marcador fue el reflejo lógico de un duelo donde abundó el miedo a perder y faltó ambición para ganar.

Con los penales como único camino, el Xeneize volvió a recurrir a su arquero. Agustín Marchesín respondió con experiencia y tapó dos remates clave. Del otro lado, los ejecutantes auriazules fueron certeros y sellaron la clasificación. Pero el alivio deportivo no alcanzó para calmar el malestar.

La Bombonera habló. Hubo silbidos, reproches y gestos de fastidio hacia los jugadores y la conducción. La sensación es que Boca está lejos de lo que se espera, más allá de seguir con vida en el torneo. Ni siquiera el pase de ronda evitó la bronca de un público cansado de ver un equipo sin identidad ni reacción.

Mariano Herrón, todavía al mando como interino tras la salida de Diego Martínez, no logra cambiar la cara del equipo. Ahora Boca espera al ganador del cruce entre Independiente e Independiente Rivadavia. Jugará otra vez en casa, pero deberá mejorar mucho si pretende soñar con el título.

Por ahora, el presente xeneize se sostiene en los penales. Pero los hinchas exigen fútbol, actitud y algo más que resultados apretados. Porque en la Bombonera, el triunfo sin juego ya no alcanza.