Saquearon una casa en Junín y dejaron una escena de humillación brutal

    Aprovecharon que el dueño había salido a llevar a sus hijos a la escuela, forzaron las rejas, desvalijaron la vivienda y, antes de irse, defecaron en la puerta de entrada. El hecho generó conmoción en la comunidad de Junín y encendió nuevamente la alarma por la inseguridad.

    Provinciales13/05/2025 Expreso Mendoza
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    Una familia de Junín vivió una experiencia tan insólita como humillante este lunes por la mañana, cuando delincuentes aprovecharon la breve ausencia del dueño de casa para ingresar a robar. El hombre había salido a llevar a sus hijos a la escuela y, al regresar, se encontró con su vivienda completamente saqueada. Pero lo peor aún estaba por descubrirse.

    Ocurrió en Algarrobo Grande, sobre el Carril Santos Lugares. Los ladrones forzaron rejas, candados y accedieron a la casa mientras estaba vacía. Revolvieron todo, se llevaron ropa, objetos personales, electrodomésticos y otros bienes de valor. Pero además de vaciar la vivienda, cometieron un acto cargado de desprecio y violencia simbólica: antes de irse, defecaron en la puerta de entrada.

    Fue una vecina quien advirtió primero lo sucedido y dio aviso a la Policía. El dueño de casa, aún conmocionado, no logra precisar con exactitud todo lo que le robaron, entre el desorden y el shock de encontrarse con su intimidad violada y su casa profanada.

    La escena dejó a todos perplejos, no solo por el robo, sino por el gesto deliberado de los delincuentes al defecar en el ingreso, como si no alcanzara con el daño material. Ese acto, más allá de lo escatológico, tiene un trasfondo perturbador. Según especialistas en criminología, este tipo de conductas suelen tener una carga simbólica fuerte: un mensaje, una humillación. Es una forma primitiva, brutal, de marcar territorio, de dejar claro que el delincuente no solo se lleva cosas, sino que impone un dominio, invierte roles y degrada a la víctima.

    Y aunque suene exagerado, en un contexto de creciente inseguridad, estos gestos también son señales. No solo roban; buscan provocar, hacer sentir indefensos a quienes viven en la zona. No es un simple delito. Es un golpe psicológico.

    Este tipo de casos no es nuevo en la región. A comienzos del año pasado, una jubilada de 76 años fue brutalmente atacada en Junín por tres delincuentes que entraron a su casa con una excusa menor. La golpearon y le robaron todo. La violencia, lejos de amainar, parece volverse cada vez más cruel.

    Mientras la Policía avanza con la investigación, los vecinos están en alerta. Junín es una comunidad que todavía preserva ciertos hábitos de confianza y tranquilidad que vienen de otras épocas. Pero hechos como este, aberrantes y cargados de simbología violenta, rompen ese clima y dejan una huella profunda.

    El dueño de casa, entre la bronca, la impotencia y el asco, solo pidió una cosa: justicia. Y poder volver a vivir en paz.

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