Según la investigación, pidió dinero a su jefe y lo asesinó tras recibir una transferencia

    Según la investigación judicial, Ángel Gastón Buenaventura, de 18 años, está acusado de asesinar con brutalidad a su jefe, Federico Scattareggi, luego de que este le transfiriera dinero a través de una aplicación bancaria. El joven, que está por convertirse en padre, habría planificado el crimen para quedarse con el préstamo que la víctima gestionó poco antes de ser atacada. La fiscal lo imputó por homicidio agravado por ensañamiento.

    Provinciales30/05/2025 Expreso Mendoza
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    El asesinato de Federico Germán Scattareggi, un comerciante de 49 años que atendía su tradicional panchería en el barrio Trapiche de Godoy Cruz, ha dejado una herida profunda en la comunidad y un sinfín de preguntas que lentamente comienza a responder la justicia. A mediados de esta semana, la causa tuvo un giro clave: Ángel Gastón Buenaventura Moyano, de tan solo 18 años y empleado del negocio, fue imputado formalmente por el delito de homicidio agravado por ensañamiento, una figura penal que contempla la pena de prisión perpetua.

    La escena del crimen fue tan brutal como desoladora. Scattareggi fue hallado sin vida el lunes en el baño del local que había atendido por años. Su cuerpo presentaba 65 heridas cortopunzantes, la mayoría en la espalda, pero con tres puntazos mortales en el tórax. El hallazgo lo hizo su hermano, luego de notar que no respondía los mensajes y que la panchería había permanecido cerrada todo el día con un candado ensangrentado.

    Las primeras observaciones ya daban pistas alarmantes: las cámaras de seguridad habían sido arrancadas, y el desorden en el lugar sugería una escena planeada con frialdad. Sin embargo, lo más revelador fue lo que los investigadores encontraron en el teléfono de la víctima. Desde ese celular, poco antes del crimen, se tramitó un préstamo a través de la aplicación Mercado Pago. El dinero fue acreditado y transferido de inmediato a una cuenta vinculada directamente con Buenaventura.

    El joven, quien está a punto de convertirse en padre, había estado pidiéndole dinero a Scattareggi en las semanas previas. Según testigos, quería alquilar una vivienda para mudarse con su pareja y necesitaba ayuda económica. El dueño del local, que lo había contratado tiempo atrás, accedía a estos pedidos con cierto grado de confianza y empatía. Esa misma relación de cercanía es la que vuelve todavía más crudo este caso.

    Buenaventura fue detenido tras un operativo discreto en su casa de Luján de Cuyo. Al momento de su arresto presentaba cortes en los brazos —presumiblemente del mismo día del asesinato— y tenía en su poder el celular de la víctima. También le secuestraron prendas con manchas de sangre que ya están siendo peritadas. No era su primer roce con la ley: en diciembre pasado había sido denunciado por atropellar a una persona y darse a la fuga.

    La fiscal Florencia Díaz Peralta decidió avanzar con la imputación en base a las pruebas materiales y digitales que lo vinculan directamente con el crimen. En la audiencia, el joven se abstuvo de declarar. Por ahora, es el único sospechoso.

    En el barrio todavía cuesta asimilar lo ocurrido. Federico era un hombre conocido y querido por su trato amable y su entrega diaria al trabajo. La noticia de su muerte primero, y la sospecha que recayó sobre su joven empleado después, conmocionó incluso a quienes no lo conocían personalmente.

    Lo que debía ser un lunes cualquiera se convirtió en una jornada trágica. Y lo que parecía una relación de confianza entre un patrón generoso y un joven trabajador, terminó con un crimen atroz que ahora deberá esclarecer la Justicia con todo el peso de la ley.

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