La desaparición que conmovió al país terminó en engaño y desconcierto

    Priscila Quesada estuvo una semana desaparecida y generó una intensa búsqueda en Salta y Mendoza. Fingió durante siete meses un embarazo de mellizas, inventó una operación por cáncer y compartió fotos falsas. La verdad salió a la luz cuando fue encontrada escondida con otro hombre en Aguaray.

    Nacionales23/05/2025 Expreso Mendoza
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    Durante más de una semana, el nombre de Priscila Quesada ocupó los titulares de los medios salteños y mendocinos. La joven de 20 años había desaparecido en circunstancias inquietantes, justo cuando, según su relato, estaba a punto de dar a luz a mellizas. Su novio, un trabajador golondrina de Mendoza, emprendió un viaje desesperado hacia el norte para reencontrarse con ella. Lo que nadie imaginaba era que todo formaba parte de una historia cuidadosamente construida, con mentiras que mantuvo durante siete meses.

    Priscila fue hallada en Aguaray, una localidad salteña cercana a la frontera con Bolivia, escondida en la casa de otro hombre. La fiscal penal de Orán, Mariana Torres, confirmó que la joven no solo estaba en perfecto estado de salud, sino que jamás había estado embarazada. Lo que siguió fue una mezcla de desconcierto, indignación y perplejidad, tanto en su círculo íntimo como en la opinión pública.

    A lo largo de varios meses, Priscila elaboró un relato que parecía sacado de una telenovela. Afirmó que estaba esperando mellizas, se dejó agasajar con un baby shower, compartió ecografías y, llegado el momento, pidió que no la acompañaran al hospital porque quería vivir ese instante a solas. Más tarde, ya "internada", comenzó a enviar mensajes afirmando que le habían detectado un tumor cerebral y que la trasladarían a Buenos Aires para una operación urgente. Incluso llegó a escribir, desde su propio número de WhatsApp, que su estado era crítico y que las posibilidades de salir con vida eran mínimas.

    Lo más impactante fue cuando compartió en sus redes imágenes de supuestas recién nacidas. Su familia, desconcertada por no poder verla ni recibir información médica, descubrió que esas fotos habían sido tomadas de una cuenta de Instagram de una mujer estadounidense. Todo era falso: las bebés, el embarazo, la cesárea y el cáncer.

    Cuando finalmente se perdió contacto con ella, su pareja y las familias comenzaron una intensa búsqueda por hospitales y clínicas, sin encontrar ningún rastro. La angustia creció. Se activaron alertas y la historia comenzó a difundirse por los medios. Fue entonces cuando las autoridades lograron dar con su paradero.

    El caso de Priscila Quesada dejó una larga estela de preguntas. ¿Qué llevó a una joven a sostener semejante engaño durante tanto tiempo? ¿Fue una huida de su entorno, un grito de ayuda o simplemente una manipulación deliberada? Por ahora, no hay respuestas claras.

    Lo que sí quedó en evidencia es el poder de las redes sociales, la facilidad con la que se pueden crear realidades paralelas y la vulnerabilidad de quienes, con amor o preocupación, creen sin cuestionar. También mostró cómo las emociones —el miedo, la esperanza, la tristeza— pueden jugar un papel decisivo en tiempos de incertidumbre, llevándonos a aferrarnos a versiones que, con el tiempo, se revelan como espejismos.

    Hoy, con Priscila localizada y el engaño al descubierto, queda por delante el desafío de comprender. Y quizás, de sanar.

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