El arte despide a Ángel Mahler con dolor y gratitud

    El reconocido compositor y director de orquesta falleció a los 64 años tras una dura batalla contra un cáncer avanzado. Creador de “Drácula, el musical” y figura clave del teatro argentino, dejó una huella imborrable en la cultura nacional.

    Nacionales25/05/2025 Expreso Mendoza
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    Dolor, emoción y un profundo respeto envuelven hoy al mundo de la cultura argentina tras conocerse la muerte de Ángel Mahler, uno de los compositores más emblemáticos del teatro musical nacional. Tenía 64 años y atravesaba un melanoma metastásico que comprometía sus pulmones y la columna vertebral. La noticia fue confirmada por su círculo íntimo a través de un sentido mensaje en redes sociales: “Se fue en paz, acompañado por el amor de su familia, después de haber dado una batalla intensa, con lucidez, dignidad y entereza”.

    El nombre de Mahler está inevitablemente asociado al de “Drácula, el musical”, obra que marcó un antes y un después en la historia del género en la Argentina. Estrenada en 1991 junto a su eterno compañero creativo, Pepe Cibrián Campoy, la pieza fue vista por millones de espectadores, rompiendo récords y consagrándose como un clásico. Pero su legado va mucho más allá de ese fenómeno: compuso y dirigió decenas de espectáculos, y dejó una marca imborrable en la forma de concebir y producir teatro en el país.

    Mahler nació el 23 de mayo de 1960 y, como tantos artistas, eligió el camino de la música desde muy joven. Fue pianista, arreglador, director de orquesta y mentor de numerosos proyectos musicales. Su carrera no se limitó al escenario: en 2016 asumió como ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, cargo que ocupó hasta 2017, y desde donde buscó acercar la cultura a los barrios y multiplicar las expresiones artísticas en el espacio público.

    Amante del cine, de la música sinfónica y de la emoción como motor del arte, Mahler también supo reinventarse constantemente. En los últimos años, compartió escenario con su hijo Damián —también músico— en conciertos como “E.T. in Concert” y homenajes sinfónicos a íconos populares como Sandro, combinando orquesta en vivo con imágenes cinematográficas y tecnología de punta.

    Quienes lo conocieron lo definen como un hombre exigente pero generoso, obsesivo en la búsqueda de la excelencia pero siempre dispuesto a compartir lo aprendido. En cada proyecto dejaba algo más que música: dejaba emoción, potencia escénica, y una visión del arte como puente hacia lo mejor del ser humano.

    Su partida deja un enorme vacío. No sólo por su talento indiscutible, sino por el lugar de referencia que ocupaba en el corazón de quienes aman el teatro musical. En tiempos donde la fugacidad parece dominarlo todo, Mahler eligió construir una obra sólida, trascendente, y profundamente argentina.

    Hoy, la cultura nacional llora a uno de sus grandes. Pero también celebra su paso, su legado, y esa pasión inquebrantable que lo acompañó hasta el último día. Porque como él mismo dijo alguna vez, “el arte no se hace para gustar, se hace para conmover”. Y eso, sin dudas, lo logró.

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