A 49 años del golpe, Argentina vuelve a gritar Nunca Más

Cada 24 de marzo en Argentina no es un día más. Es una fecha que duele, que estremece, que invita a la reflexión y al compromiso colectivo. Es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y se conmemora en recuerdo de una de las noches más oscuras de nuestra historia: el inicio de la última dictadura cívico-militar, que en 1976 derrocó al gobierno democrático e instauró un régimen de terror que dejó una herida profunda en el corazón del país.

Ese 24 de marzo comenzó un período marcado por la represión sistemática, la censura, el miedo, la desaparición forzada de personas y el terrorismo de Estado. Fueron siete años de silencios forzados, de madres buscando a sus hijos, de nietos que aún hoy siguen siendo buscados. Más de 30.000 personas fueron desaparecidas, miles torturadas y asesinadas, y cientos de bebés nacidos en cautiverio, arrebatados de sus familias.

Pero el plan sistemático no se agotó en la represión. El poder político de la dictadura se apoyó y se mantuvo en el poder económico de ese momento. Fue una alianza perversa que encontró en José Alfredo Martínez de Hoz —ministro de Economía del régimen— al ejecutor de una política económica que endeudó al país, desmanteló la industria nacional y favoreció a los grupos económicos concentrados. Mientras en los centros clandestinos se torturaba, en los despachos del poder se tejía un modelo de exclusión que aún hoy deja huella.

Hoy, la mayoría de los principales responsables de aquel genocidio están presos, condenados por crímenes de lesa humanidad. Jorge Rafael Videla, emblema del horror, murió en una cárcel común, condenado por robo de bebés y por su rol central en la dictadura. Emilio Massera, figura clave de la Armada en aquellos años, también fue condenado y falleció en 2010. Ninguno de los dos tiene su nombre inscrito en los cementerios donde fueron sepultados: ni siquiera allí lograron honores. Sin embargo, Martínez de Hoz, sigue llevando su nombre, como si el poder económico tuviera la capacidad de blanquear lo imborrable.

Lejos de apagarse, la lucha por la memoria sigue viva en cada gesto colectivo que se multiplica en el país. Está en las rondas de las Madres de Plaza de Mayo, en la búsqueda incansable de las Abuelas que siguen recuperando identidades robadas, en las escuelas donde se enseña lo que antes se quiso silenciar, en las marchas donde miles de voces se unen para decir lo que nunca debe dejar de decirse. Esa lucha es faro, es raíz, es promesa de futuro.

No obstante, aún existen voces que intentan minimizar lo ocurrido, relativizar el número de desaparecidos o incluso justificar la represión. Son discursos que buscan reescribir la historia, pero que chocan de frente con el archivo, con los testimonios, con los juicios, con las marcas que dejaron la dictadura en cada rincón del país. La democracia no se defiende solo en las urnas: se defiende todos los días, con memoria, con verdad y con justicia.

Este 24 de marzo, como cada año, miles de personas marcharán en todo el país. Llevarán fotos, pañuelos blancos, carteles con nombres que no se olvidan. Caminarán en nombre de los que ya no están, de los que buscan, de los que no quieren volver a vivir el horror. Porque recordar no es quedarse en el pasado, sino construir un presente y un futuro donde el Nunca Más sea una realidad irreversible.