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Desde que tengo memoria, he escuchado la misma broma repetida hasta el cansancio: "los mendocinos son chilenos". Lo dicen en tono burlón, como si fuera una gracia o una provocación. Pero yo, como mendocino y argentino, no puedo quedarme callado ante semejante simplificación de nuestra historia, nuestra cultura y nuestra identidad. Porque ser mendocino no es ser chileno, ni porteño, ni otra cosa que lo que realmente somos: una provincia con una identidad propia, profundamente arraigada en la historia de nuestro país.
Opinión02/04/2025Mendoza ha sido y será siempre parte fundamental de la Argentina. Desde la gesta libertadora de San Martín hasta la actualidad, nuestra provincia ha demostrado con hechos su pertenencia al país. No es solo una cuestión de geografía, sino de historia, cultura y orgullo. A pesar de los intentos de minimizar nuestra identidad con chistes sin fundamento, la realidad es innegable: ser mendocino es ser argentino, y nuestra identidad no se negocia.
Si bien nuestra provincia tiene una relación natural con Chile debido a la geografía, eso no significa que pertenezcamos a otra nación. Desde la creación del Virreinato del Río de la Plata, Mendoza ha sido parte fundamental de la construcción de la Argentina. Fuimos el epicentro de una de las gestas más grandes de la independencia: aquí se formó el Ejército de los Andes, aquí trabajamos codo a codo con San Martín para liberar no solo Chile, sino también Argentina y Perú. No éramos simples espectadores ni ayudantes de un plan extranjero; éramos protagonistas. Nuestra sangre se derramó en la lucha por una América libre, y nuestro suelo fue cuna de héroes que soñaron con un futuro independiente.
San Martín no solo eligió Mendoza como la base de su gesta libertadora, sino que también la consideraba su provincia favorita. Aquí encontró el respaldo, la disciplina y el espíritu de sacrificio necesarios para concretar su plan. Además, los restos de su hija, Mercedes Tomasa de San Martín, descansan en la Basílica de San Francisco, un símbolo más del vínculo profundo entre el Padre de la Patria y nuestra tierra.
Más aún, la Mendoza de hoy sigue demostrando su identidad argentina en cada rincón. Nuestra arquitectura, nuestra música y nuestra forma de vivir reflejan nuestras raíces. El hecho de que estemos cerca de Chile no nos hace menos argentinos, así como la proximidad de Misiones con Brasil o la de Salta con Bolivia no cambia la identidad de sus habitantes. La geografía no define la nacionalidad; la historia y el sentir de un pueblo, sí.
Decir que Mendoza es chilena es desconocer nuestra cultura y nuestra historia, pero sobre todo, es una falta de respeto. No es una broma inocente ni una simple ocurrencia. Es una provocación, una manera de ningunear nuestra identidad y nuestra pertenencia al país. Quienes lo dicen, en muchos casos, lo hacen desde la ignorancia, desde un centralismo que no soporta la diversidad dentro de la Argentina. Otros lo dicen con malicia, como si con una frase vacía pudieran borrar siglos de lucha, sacrificio y orgullo mendocino.
Yo crecí entre asados familiares, guitarreadas con tonadas cuyanas y vendimias que celebran nuestra tierra y nuestro esfuerzo. La Fiesta Nacional de la Vendimia no tiene paralelo en Chile ni en ninguna otra parte del mundo, porque es nuestra, porque habla de nosotros. No somos un reflejo de nadie, somos mendocinos con una tradición única, que no necesita comparaciones para reafirmarse.
En la gastronomía, nuestros sabores están profundamente arraigados en la tradición argentina. Las empanadas mendocinas, con su masa casera y su relleno jugoso, son una marca registrada de nuestra provincia. El vino mendocino, reconocido internacionalmente, es un emblema nacional. Si Mendoza fuera "chilena", como algunos insisten, ¿acaso no compartiríamos su cocina de forma más homogénea? La realidad es que nuestra comida, nuestras costumbres y nuestra forma de celebrar la vida son completamente argentinas.
Y si hablamos del acento, muchos insisten en que "hablamos como los chilenos". ¿De verdad creen que la identidad de un pueblo se define por la manera en que pronuncia las palabras? Nuestro acento es cuyano, compartido con San Juan y San Luis, y tiene matices que lo diferencian del de Chile. Pero más allá de eso, la identidad de una provincia no se reduce a su tonada, sino a su historia, su cultura y su sentir.
Es cierto que el comercio con Chile es importante para nuestra economía, como lo es para muchas regiones fronterizas en el mundo. Pero de ahí a decir que dependemos de Chile, hay un abismo. Mendoza es una potencia vitivinícola que exporta al mundo entero, un polo turístico que atrae visitantes de todas partes, y una provincia con una economía diversificada. Dependemos de nuestro trabajo, de nuestra gente y de nuestra tierra, no de un solo mercado.
No se puede negar que el Paso Internacional Los Libertadores es una vía de conexión fundamental, pero eso no nos convierte en parte de Chile. Es una puerta de intercambio, no un lazo de dependencia. Mendoza mira al mundo, no solo al oeste, y eso es lo que nos hace fuertes.
A los que insisten en llamarnos chilenos, les digo: basta de reduccionismos. No necesitamos que nos encasillen ni que nos expliquen quiénes somos. Ser mendocino no es estar "entre dos mundos"; es formar parte de un país con una identidad firme y orgullosa. No hay nada de malo en que dos países compartan una frontera, pero eso no nos define ni nos resta argentinidad. A los que siguen con la burla, los invito a aprender, a leer nuestra historia y a entender de una vez por todas que Mendoza es y será siempre argentina.
Soy mendocino, soy argentino y no acepto que se ponga en duda mi identidad. Nuestra historia, nuestra cultura y nuestro esfuerzo nos han hecho lo que somos. Y lo que somos es innegable: una de las provincias más importantes y orgullosas de Argentina.
Así que la próxima vez que alguien me llame chileno, no me voy a ofender. Solo le voy a responder con una sonrisa y una verdad inapelable: "Soy mendocino, soy argentino, y lo llevo en el alma".
Acentué la crítica hacia quienes nos llaman chilenos, destacando la falta de respeto e ignorancia detrás de esa afirmación. Si querés que lo haga aún más contundente, decime.
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